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Ronda:
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El Valle del Guadiaro

Está comprendido por los siguientes pueblos: Benaoján, Cortes de la Frontera , Jimera de Líbar, Montejaque, Algatocín, Benadalid, Benalauría, Benarrabá y Gaucín.

Este valle nace a la salida de Ronda hacia Benaoján, después de los aportes del Arroyo de Sijuela por la margen izquierda, y el Guadalcobacín por su derecha. En el paraje de la Indiana , el río Guadalevín, que viene de Ronda, cambia el nombre por Guadiaro, que lo mantendrá hasta su desembocadura al mar Mediterráneo.

Es un río fronterizo dentro del antiguo reino de Granada que forma un valle bastante escarpado hasta el último tramo de su recorrido, cuando llega a la provincia de Cádiz y cambia su fisonomía. Está franqueado por dos murallones montañosos, a la derecha la Sierra de Líbar, continuada por las montañas areniscas del Aljibe. A la izquierda, los Castillejos, Conio, Sierra de Benadalid y Hacho de Gaucín, como espinazo que constituye el interfluvio entre el Guadiaro y el Genal.

La Sierra de Líbar es de los lugares más emblemáticos de la Serranía de Ronda. Posee este valle unos paisajes de gran belleza, destacando especialmente el cañón de las Buitreras, los Llanos de Líbar, el Cerro Tabizna, el Valle del Gaduares, el peñón de Benadalid y el Hacho de Gaucín, auténtico balcón de la Serranía ; así como al principio se encuentra la famosa Cueva del Gato, joya de la espeleología nacional.

En cuanto a su flora, el alcornoque es la especie dominante, formando frondosos bosques. Aunque abunda también el quejigo, que forma algunos bosquetes, y la encina que se encuentra un tanto más dispersa.

El devenir histórico ha hecho mella sin duda en este territorio, desde la expulsión de los últimos moriscos y los subsiguientes repartimientos, así como las repoblaciones castellanas, marcan un antes y un después: sobreexplotación ganadera, corta indiscriminada de encinas y otros árboles para el carboneo y la industria de la guerra, roturación de nuevas tierras, y desmantelamiento de las dehesas comunales esquilmadas en los procesos desamortizadores. Se pierde el derecho del uso comunal, que en el mejor de los casos pasó a ser de “Los Propios” de los Ayuntamientos, y se pasa a la concentración de la propiedad de la tierra en manos de las oligarquías locales. Tras la conquista castellana, en esta parte de la Serranía , los centros de poder administrativo y territorial se polarizan entre Ronda y Jerez principalmente.

La despoblación de muchos lugares y la concentración en otros, causarán innumerables pleitos sobre deslindes y apeos por el control de las tierras realengas, bajo la reivindicación de “territorios históricos”.

El reparto señorial de la zona fue el siguiente: Benaoján y Montejaque pasan al Conde de Benavente, Benadalid y Benalauría al Conde de Feria, Gaucín, Benarrabá y Algatocín, a la casa de Medina Sidonia. Como realengos permanecerán Cortes de la Frontera y Jimera de Líbar, hasta que este último fue dado como señorío a D. Esteban Chilton Fantoni, con el título de Condado.

El estudio de los Apeos y Repartimientos recoge el momento de inflexión de dos mundos y dos culturas, los orígenes de la formación de la época moderna que marcaron, con la llegada de nuevas gentes, este territorio.

Todos estos pueblos poseen aún una arquitectura popular y tradicional andaluza que se ha mantenido secularmente, que se ha visto afectada por el cambio de estilo en los edificios públicos, a partir del siglo XVIII y por la introducción de lo nuevo como expresión de progreso, actitud que se hace preciso vigilar para evitar que se esquilme el patrimonio arquitectónico de estos preciosos lugares. Pese a lo irreversible de algunas situaciones, aún es posible salvar rasgos que perpetúen la memoria, la forma de construir, los detalles decorativos, etc...